jueves, 1 de julio de 2010

¿Leche de la mismísima Virgen María?




¿Alguna vez se le pudo ocurrir que en una catedral española se conserve "leche de la Virgen María"?
¿Verdad que no?
Pues busque en la Catedral de Oviedo, más concretamente en la Cámara Santa. En los tiempos de la invasión árabe, allá por el año 722, los cristianos de Toledo -principalmente obispos, abades y nobleza- huyen de la ciudad para refugiarse en la seguridad de las montañas asturianas. Con ellos traen un arca hecha "de madera incorruptible" que contiene un gran número de reliquias. Esconden el arca en un monte cercano a Oviedo, conocido ahora como el Monsacro (Monte Sacro - Monte Sagrado, y después la encontramos ya en el Palacio de Alfonso II.
En efecto, este Rey, verdadero constructor y artífice de Oviedo, construye en su palacio una capilla de dos alturas y que sirve para guardar el arca que habían traído los huídos de Toledo. Esta edificación se conserva anexa, ahora mismo, a la catedral y se la conoce como la "Cámara Santa", ya que guarda las reliquias del arca santa y las cruces de los Angeles y de la Victoria que donaron os Reyes Alfonso II y Alfonso III.
La construcción de la Cámara Santa obedeció a la necesidad real, máxime con Alfonso II, educado en el monasterio de Samos en Galicia, de contar con una capilla en el propio palacio que sirviese, al mismo tiempo, como lugar de custodia del tesoro de las reliquias, que eran propiedad del rey, costumbre que encontramos en toda la arquitectura altomedieval, asociada al palacio real.
En este punto, es necesario incidir en la gran importancia que en esos tiempos adquirían las reliquias. Los propios cristianos que huían de la invasión musulmana y se refugiaron en el norte, en Asturias, trajeron consigo en sus escasos equipajes las reliquias que querían salvar de caer en manos paganas. Se consideraba que los santos y sus reliquias eran fundamentalmente poderosos patronos, cuya acción protectora perduraría después de la muerte, sobre todo en el lugar donde se guardasen sus reliquias.
Tal era el respeto que merecían las reliquias que, aún cuando el arca que se conserva en la Cámara Santa había llegado a Oviedo antes de la coronación de Alfonso II, no se procedió a su apertura hasta el año 1075. El rey Alfonso IV, acompañado de un gran séquito, del que formaba parte el Cid Campeador, casado con doña Jimena –una asturiana copropietaria de un monasterio–, después de tres días de ayuno y oración, abrió el arca y de ella salió tal resplandor que cegó a todos los presentes, no permitiéndoles ver otra cosa que la luz que manaba de la misma.
El inventario de las reliquias que contenía el arca no deja de sorprendernos aún hoy día, aunque es necesario comprenderlo desde el punto de vista de su momento histórico. Transcribimos la nota impresa que se vendía en la catedral, con sello del obispado.

«Breve sumario de las Santas Reliquias que en la Cámara Santa de Oviedo se veneran»

«A todos y a cada uno de los fieles cristianos que vean las presentes letras hacemos saber: Que Dios Nuestro Señor, por su admirable poder, transportó una cierta arca hecha de una madera incorruptible por los discípulos de los Santos Apóstoles, de la Ciudad Santa de Jerusalén a África, de África a Cartagena en España, de Cartagena a Sevilla, de Sevilla a Toledo, de Toledo al Monte Sacro en las Asturias y de allí a esta Santa Iglesia del San Salvador de Oviedo, donde fue abierta el arca. Los fieles encontraron entonces un gran número de cofrecillos de oro, de plata, de marfil y de coral, que abrieron con gran veneración. Y vieron atados a cada reliquia ciertos diplomas que indicaban claramente su procedencia. Encontraron:
-la mayor parte del paño con el que Cristo, nuestro Redentor, fue enterrado en el sepulcro, así como su precioso sudario, teñido con su santísima sangre,
-gran parte de la Verdadera Cruz,
-ocho espinas de su sagrada corona,
-un trozo de la caña que los judíos le pusieron en sus manos a guisa de cetro,
-un trozo de su túnica,
-un fragmento de su tumba,
-un jirón de los pañales que le cubrían en el pesebre,
-pan de la Santa Cena,
-maná que Dios hizo llover para los hijos de Israel,
-una imagen de Cristo en la Cruz, una de las tres que Nicodemo hizo a su semejanza,
-un gran trozo de la piel de San Bartolomé, apóstol,
-la casulla que la reina de los Cielos dio a San Ildefonso, arzobispo de Toledo,
-leche de la misma Madre de Dios,
-cabellos suyos y una parte de sus vestiduras,
-uno de los treinta denarios que recibió Judas cuando vendió a Nuestro Señor Jesucristo,
-algo de tierra que el Redentor holló con sus pies antes de subir a los Cielos y cuando resucitó a Lázaro,
-un fragmento de la capa del profeta Elías,
-de la frente y de los cabellos de San Juan Bautista,
-cabellos con los que la bienaventurada Magdalena secó los pies de Cristo,
-una de las ramas de olivo que tenía Cristo en las manos cuando entró en Jerusalén,
-un trozo de la piedra en la que se sentó Moisés cuando ayunó en el Sinaí,
-un trozo de la varita con que el mismo Moisés separó las aguas del mar Rojo,
-un trozo del pescado asado y del pastel de miel que Nuestro Señor comió con sus discípulos cuando se les apareció después de su resurrección,
-la sandalia del pie derecho del apóstol San Pedro y parte de la cadena de su prisión,
-un cuchillo de la rueda con la que fue martirizada Santa Catalina,
-la escarcela de San Pedro y la de San Andrés,
-reliquias de los santos profetas, mártires, confesores y Vírgenes se guardan aquí y hay tal número de ellas que sólo Dios lo sabe.
Tales son los dones concedidos a esta iglesia por misericordia divina, fortificando la religión cristiana y librándonos de la esclavitud de los sarracenos. En testimonio de lo cual, nos, Deán y Capítulo de la Santa Iglesia de Oviedo, hemos hecho extender y extendemos las presentes.»

En mi libro ASTURIAS, Ermitas, Santuarios y Naturaleza, te cuento muchas más historias respecto a este tema. Seguro que te interesan

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